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La crianza de los hijos

La crianza de los hijos es uno de los viajes más gratificantes y a la vez más difíciles que emprendemos. Empieza por comprender nuestro papel, no sólo como cuidadores que proporcionan comida, cobijo y atención médica, sino como guías, mentores y fuentes de apoyo emocional para nuestros hijos. Necesitan algo más que lo necesario; necesitan claridad, estímulo y, sobre todo, amor incondicional.

Cuando los niños se portan mal en casa o en el colegio, los padres suelen sentirse frustrados, preguntándose por qué su hijo no les hace caso a pesar de los constantes recordatorios de «ser un buen niño» o las advertencias contra «portarse mal». Pero pregúntese: ¿le ha explicado realmente a su hijo lo que significan estas etiquetas? Los niños prosperan con una comunicación clara, y las instrucciones vagas pueden dejarles confusos sobre lo que se espera de ellos.

Como padres, nuestra responsabilidad es guiarles con paciencia y coherencia. En lugar de decirles simplemente: «Eso está mal», debemos explicarles por qué un comportamiento no es apropiado, incluidas las consecuencias. En lugar de etiquetarles como «malos», podemos reconducir sus acciones con comprensión. Es fácil quedarse atrapado en las correcciones, pero ¿con qué frecuencia equilibramos eso con el estímulo? Piensa cuántas veces has criticado a tu hijo y cuántas veces has reforzado sus esfuerzos. Nuestras palabras conforman la percepción que tienen de sí mismos, y lo que decimos con frustración puede perdurar mucho más de lo que pretendemos decir.

Enseñar las expectativas de forma sencilla y directa es una habilidad parental diaria que requiere un esfuerzo consciente. Y la repetición no sólo es útil, sino necesaria. Los niños aprenden a través del refuerzo, escuchando los mismos mensajes de nosotros constantemente, con calidez y comprensión. Además, nunca debemos olvidar nuestros actos. La crianza, independientemente de la generación, sigue siendo la misma en su esencia. Ya sea en el siglo X o en el XXI, los niños siempre han necesitado amor, respeto, apoyo y orientación. Estos son los pilares de una relación sólida entre padres e hijos, la base sobre la que los niños crecen y se convierten en personas seguras y compasivas.

Seamos conscientes, no sólo de lo que decimos, sino de cómo lo decimos. Seamos los padres en los que nuestros hijos pueden confiar, a los que pueden acudir y de los que pueden aprender, y no sólo los que temen o los que ignoran. Porque cuando enseñamos con amor, paciencia y claridad, creamos un entorno familiar en el que los niños se sienten seguros para aprender y crecer.

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